Carlos Duguech
Analista internacional
Ya antes de invadir Ucrania -y frente a la tensión por tropas rusas acantonadas en zonas linderas con la frontera con ese país- Putin hacía gala de la calidad de su armamento nuclear. Similar actitud fue la del líder ruso en los primeros días de la invasión a Ucrania. Y aún semanas antes. Este columnista en ese tiempo preguntaba: ¿Era necesario hablar de armas nucleares, Señor Putin? Hoy la pregunta adquiere connotaciones cuasi dramáticas. Con una guerra de dos años, con las víctimas producidas, las migraciones forzosas de poblaciones enteras y la destrucción provocada en viviendas e infraestructuras, sugerir una acción militar con armas nucleares provoca espanto.
Macron: su bravuconada
No quiere ir a la zaga de Putin. El presidente de Francia cometió una imprudencia. Lo hizo por fuera de la OTAN al sugerir el envío de tropas a Ucrania. En esta guerra que le ha permitido a Rusia dominar ciertas regiones ucranianas con pretensión de incorporarlas a la Federación de Rusia, es harto riesgoso. Por otra parte, Emmanuel Macron no es portavoz de la OTAN. Sí lo es el noruego Jens Stoltemberg, su secretario general, que nada dijo al respecto. Si bien la comunidad de naciones que la integran (“Tratado de Washington”, 1949) envía armas, municiones y equipos bélicos a Ucrania -y en muchos casos aportes financieros-, no se atrevió a incluir fuerzas militares. ¿Qué la frena? El artículo 5 del tratado. Condiciona la intervención armada a que cualquiera de los países miembros sea atacado. Ello habilita la inmediata respuesta armada con todo lo disponible en contra del agresor “extra OTAN”. Por ello lo del presidente francés es no sólo inoportuno sino fuera de norma.
El Putin nuclear
Donald Trump, a la sazón presidente de EEUU, desarticuló el muy elaborado acuerdo Reagan-Gorbachov (1987) de los euromisiles. Lo hizo el 1 de febrero de 2019. Al día siguiente Rusia hizo lo propio. Es a partir de ese “km. Cero” que Putin se siente libre de blasonar de la capacidad nuclear de Rusia. Y más aún: por segunda -vez en dos años- amenaza con armas nucleares para el caso que desde la OTAN se lo ataque, independientemente de su balance bélico con Ucrania.
Es probable, entre las hipótesis admisibles, que su actitud ofensiva recurriendo a la capacidad de nuclear de Rusia, no sea más que un aditivo a la campaña electoralista subliminal. La que lo consagraría presidente hasta 2030. Aunque sorprende que tal “campaña” no se ha iniciado y ni siquiera se proclama como candidato, aunque la fecha es el 17 de marzo. Elecciones sólo presidenciales. Tal el modo de gobernar con un puño del dictador Putin. El mismísimo que prohíbe -puertas adentro- que su accionar guerrero en Ucrania sea denominado “guerra”. ¿Algún entrenado psicólogo o psiquiatra podrá explicar esa conducta? Falta agregar: lo que arrastra con la muerte de su principal opositor Alexéi Navalny, de 47 años, el 16 de febrero, en la cárcel. ¿El agravante? Sólo cuatro días después se entregó el cadáver a sus familiares. Su viuda lo culpa directamente.
OTAN ampliada
Con la inclusión de Finlandia (2023) la OTAN alcanzó 30 miembros. Recientemente, Suecia -en virtud de la aprobación del congreso húngaro- fue admitida como miembro 31.
Estas acciones molestan en grado superlativo a Moscú que viene desde hace tiempo en una cruzada sin éxito para impedir que crezca en número la OTAN. Claro, es una bien dotada agrupación de países con fines militares defensivos. Una herramienta corporativa de los tiempos de la guerra fría. Como contracara de esa alianza nace en 1955 el “Pacto de Varsovia”(países comunistas). Los dos protagonistas entrenados y prestos para cualquier zarpazo durante la “guerra fría”. Hoy Putin, atenazado desde dos puntos de mira, da muestras de la potencialidad nuclear rusa y de su disposición a emplearla. Amenazante el señor Putin, porque hasta ahora no le fue tan mal con ese estilo.
Los 30.000 muertos
Al filo de los cinco meses de iniciada la ofensiva guerrera de represalia por el horroroso 7 de octubre, Israel persiste en la intensidad de su gestión bélica. Ya logro una cifra degradante: 30.000 muertos. Resulta comprensible que no es fácil identificar a los activistas armados de Hamas en un conglomerado de edificaciones sobre un territorio (“la franja de Gaza”) de una densidad poblacional que impacta: 6.100 habitantes por km2. (Tucumán: 64). Huelgan comentarios. Entre los 30.000 están los hombres que no participan armados, las mujeres y los niños. Estos dos últimos sectores conforman casi el 70%. Ergo, de cada 1.000 personas muertas por la metralla de las FDI (Fuerzas de Defensa de Israel) 700 son víctimas inocentes. Como inocentes los 104 muertos y los 70.000 heridos en ocasión a abalanzarse sobre los camiones que traían alimentos. Y lo hacían para una población que, además de las metrallas y la destrucción de sus viviendas, padece el hambre desde hace tiempo. Las investigaciones a que dé lugar este atroz episodio de la guerra ocurrido el jueves último en Gaza, si se pudiera hacer objetivamente, sólo aportará sobre lo trágico del episodio guerrero. Los 104 gazatíes fueron muertos por distintas causas: atropellados por los camiones, por la estampida de gente hambrienta y desesperada y por disparos de soldados de las FDI. Conforme explicó un vocero militar de Israel, temían que “los hambrientos” se acercaran “peligrosamente” a ellos. Y, nada menos que a los tanques.
Investigación en duda
Con los factores en juego, así lo pidan los EEUU, la ONU, la Unión Europea y alguna ONG internacional sobre Derechos Humanos, no podrá haber una investigación independiente. Cada uno de los “investigadores” tendrá algo que preservar para no ser demasiado contundente a la vista de los factores en juego (del poderoso estado de Israel) y en particular los EEUU. Pese a las advertencias del propio Biden jugando a dos puntas, porque como todos los candidatos a la presidencia de EEUU, es consciente de una realidad: los EEUU son un “distrito electoral” de Israel que, a su vez sabe y le conviene que los EEUU sigan siendo, por su parte, un distrito electoral del país hebreo. Y la ONU, con demasiados altibajos y falta de poder para obligar a nadie, ya. Su estructura, y la de su Consejo de Seguridad, especialmente, tan obsoleta e injusta que desnaturaliza los altos y honrosos postulados de su Carta fundacional de 1945.
Un mínimo destello
Se conoce que Israel ya tiene firmado, lo afirman desde lugares que intentan que esto se sepa, un alto el fuego de seis semanas. Intercambio de rehenes por prisioneros en cárceles israelíes. En los días venideros se espera concrete Hamas, si se margina la tragedia de los hambrientos abatidos.
Sorpresivamente, en Moscú, se reunirán altos dirigentes de Fataj (partido del gobierno de la Autoridad Nacional Palestina) y de Hamas, que gobierna Gaza. No imaginamos por qué eligieron Moscú. Podría, tal vez, germinar una semilla de resultados deseados y muy necesarios.
“Il faut attendre” dirían muy diplomáticos los franceses. Cuánto tiempo a esperar, dirían los hambrientos de Gaza, los estrategas de toda guerra, los pueblos de Cisjordania y de Israel. Y del mundo.